ARÁNDANOS ECOLÓGICOS LA PIZPIRETA

La Pizpireta es un espacio natural dedicado al cultivo ecológico de frutos rojos, principalmente arándanos

La pizpireta “pequeños frutos ecológicos” comenzó su andadura en 2005 de la mano de Patricia Fernández. Su formación en cocina le llevó a acercarse al origen de los alimentos. Primero visitó varias granjas, pero no encontró en ellas ideas para su futuro profesional. Lo que realmente tenía claro era que “quería vivir en el campo”, me confiesa.

Patricia Fernández, impulsora de la Pizpireta

Su proceso de búsqueda la llevó a trabajar en Francia con arándanos y visitar fincas experimentales en Asturias de estos frutos rojos. Una fase previa necesaria para definir bien la idea de lo que iba a ser su realidad futura, que pronto compartiría con su pareja Luigi González.

Patricia y Luigi en uno de los rincones de la Pizpireta

La Pizpireta hoy es una finca ecológica de frutos rojos ubicada en un paraje idílico, a la orilla del río Pas, a 3 kilómetros del centro del municipio Vega de Pas en Cantabria. Una hectárea de terreno en la que 2500 plantas producen arándano, frambuesa, mora, grosella roja y grosella negra.

 

La finca tiene una producción principal de arándano, el 80%, que se complementa con el resto de frutos rojos, algo que les permite jugar con la temporalidad de la maduración y ampliar unos días la campaña, que comienza en torno al 10 de junio y acaba hacia el 5 de agosto.

Plantas de arándano de La Pizpireta

La cosecha es muy variable en función de la climatología. En años buenos, recogen unos 1100 kilos de fruta, pero en años malos como ha sido el 2021, con temperaturas más bajas de lo normal en verano y muchos días nublados, la cosecha solo ha alcanzado los 450 kilos. Además de la climatología, tienen que lidiar con otro factor presente, los pájaros, que se comen el 20% de la producción, algo que Patricia me cuenta con naturalidad. Ambos comparten un espacio natural y la forma de producir respetuosa con el medio ambiente les lleva a considerar estas pérdidas como una cesión casi casi consensuada entre las partes.

En la Pizpireta se cultivan arándanos, mora, grosella roja y negra

La Pizpireta nació en condición de finca ecológica. Entre las prácticas que esto lleva consigo está el riego “solo cuando las plantas lo piden, regamos. La hierba segada la dejamos secar en el campo para que sirva de abono”, me explica Patricia.

En la instalación dedicada al envasado de arándanos, Patricia me enseña los envases. No acaba de estar conforme. Se encuentran en proceso de cambio para conseguir uno que se adapte a la filosofía de la empresa y que, al mismo tiempo, mantenga la fruta en perfecto estado sin estropearla. En la puerta, un cartel con diferentes tarifas: mercado, finca y recogida. Tarifas que hablan de lo que se cuece en la finca cuando las matas están cargadas de frutos.

Espacio de envasado de la fruta.

Los primeros dos años la planta del arándano no da. Lo primero que hice cuando tuve mi primera cosecha fui ir a vender a restaurantes, pero me gastaba más en gasolina de lo que me compraban”, expone. La solución la encontró en los grupos de consumo y en la venta a particulares, que con los años ya se han convertido en clientes fieles. “Lo fundamental es crear una red de consumidores amigos”. Mucha de su clientela hace pedidos por encargo y ellos recolectan solo lo que van a vender. De aquellas tarifas del cartel que colgaba en la puerta, me cuenta Patricia que el precio de finca es algo más económico, porque son los clientes los que van a recoger sus pedidos a la Pizpireta, y el de recogida lleva consigo la recogida propia de la fruta, algo que trasciende a una labor agrícola sin más. Se trata de pasar el día en un entorno de una naturaleza exuberante, sin ruidos que no sean los de los pájaros y el del rumor del río o las conversaciones y risas de las personas que se dan cita allí. Encuentros que se suceden en los diferentes periodos: “Trabajamos mucho con clientes. Pueden recoger sus frutos, pero también los invitamos a la poda, por ejemplo, y esos días hacemos comidas de traje. Yo traje esto, tú, lo otro…(sonríe) establecemos vínculos distintos y enriquecedores”.

El 80% de la plantación es de arándano.

Junto a las relaciones con los clientes, La Pizpireta forma parte de la iniciativa Workaway, una plataforma que conecta a anfitriones con voluntarios, que a cambio de la manutención y alojamiento, colaboran unas horas en las labores de lugar de recepción. La experiencia de esta finca es muy gratificante.

Dentro de su casa, Patricia me muestra los álbumes con las fotos de los voluntarios que han pasado por La Pizpireta “En verano en casa se hablan dos idiomas. Aprendemos mucho de todos”. Señala los rostros de algunas de las fotos y me dice sus nombres, su país de origen y añade, con la sonrisa en el recuerdo, que “ellos ya son amigos. Algunos han repetido más de un año”.

Patricia mostrando voluntarios del programa Workaway

La presencia del voluntariado es tan importante, que han destinado una de las instalaciones como espacio para ellos. “No es una empresa solo, es nuestro modo de vida. Todos hemos trabajado por cuenta ajena y cuando eso sucede, quieres que tu jefe te trate bien. Nosotros no podíamos contratar personal, pero este voluntariado nos encajaba.”. El resto del día que les queda libre a los voluntarios pueden hacer excursiones, conocer el territorio o quedarse tranquilos en el espacio natural que les ofrece la finca.

Este pequeño espacio, en medio de la vegetación frondosa de los Valles Pasiegos, parece tocado por una barita mágica. En las palabras de Patricia y Luigi, cobra un nuevo sentido. Es la naturaleza en consonancia con las relaciones humanas enriquecedoras y fructíferas. Sus arándanos no sólo vienen cargados de antioxidantes, son una oportunidad, año a año, de vivir experiencias nuevas. Quizá porque todo nace de una firme decisión de vida.

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