Esther Ciria, agricultora ecológica en activo en tierras del Somontano

Esther Ciria, agricultora ecológica en activo en tierras del Somontano

De familia de agricultores, Esther ha vivido muy cerca la realidad del campo en la que ha aplicado sus conocimientos como ingeniera agrónoma y su implicación con el medio ambiente.

Coincidí con Esther Ciria en 2009, en un programa de antenas rurales en el que nos contrataron para trabajar en zonas territoriales distintas. De formación agrónoma, Esther probó eso del trabajo de dinamización territorial rural como agente de desarrollo local y como técnico en los Grupos Leader, pero su tendencia vital la llevó en 2011 a constituirse como autónoma y trabajar en lo que más la definía vocacionalmente.

Esther Ciria junto a su bodega Bio Castillazuelo

Esther y su marido Joaquín Castillón son agricultores y productores agroalimentarios ecológicos en la provincia de Huesca. Desarrollan parte de su profesión en Apiés, pueblo natal de Esther, donde cultivan tierras y en Castillazuelo, un municipio del Somontano de unos 200 habitantes en el que han establecido su hogar, la crianza de sus dos hijos y donde ejercen con pasión gran parte de su profesión.

Esther y Joaquín en uno de sus campos dedicado al cereal en Castillazuelo, Huesca

Visito a Esther en este pueblo, Castillazuelo. Me recibe junto a su casa. Han pasado probablemente más de diez años desde la última vez que nos vimos, pero ambas nos hemos seguido la pista por redes sociales. Si tuviera que definir a Esther en base a esa entrevista, al rato que estuvimos juntas, diría que es una entusiasta de su profesión. Una apasionada y como tal, ferviente curranta, reflexiva con lo que hace y cómo lo hace; crítica, pero valiente y consecuente y una enamorada de la agricultura respetuosa con el medio ambiente.

Nuestra primera parada es en la bodega que pusieron en marcha en 2015. Una instalación pequeña, con paredes originales de adobas, de autoconstrucción a base de recursos propios.

Parte de la pared de adobas de la bodega Bio Castillazuelo

En sus instalaciones elaboran entre 4000 y 8000 litros cada añada, el resto de uva que les dan las 15 hectáreas que cultivan de tempranillo, cabernet, merlot, parraleta y shiraz la llevan a Viñas del Vero.

Instalaciones de la bodega en su interior

Junto a la bodega se encuentra otra instalación antigua cuyos elementos hablan de ese pasado reciente y una forma de elaborar adaptada a las condiciones del terreno. En el techo abovedado y subterráneo, algunos de sus ladrillos llevan la marca o la firma de quien los elaboraba.

La tradición vitivinícola de esta zona está muy arraigada y ha sido parte del genoma de cada familia que vivió en estas tierras. Elaboraron vino siempre. Luego llegaron las técnicas, las mediciones y la sofisticación, pero el saber era un legado propio, transmitido de generación en generación.

botella de vino casa paul

De la bodega nos trasladamos a una de las viñas. A la orilla del campo se alza una carrasca señorial con una escalera de madera apoyada en su tronco. Es el acceso que estos padres le hicieron a sus hijos para facilitarles el juego y la ilusión de tener una casa en un árbol.

A mis expresiones de admiración, Esther las acompaña con otras. A pesar de los años, sigue disfrutando de las vistas del Pirineo desde sus campos. Me describe cima a cima dedo en alza. Tenemos la suerte de verlos nevados.  Y en la viña, al caer el sol en una fría, pero también preciosa tarde de diciembre, Esther despliega sus conocimientos de ingeniera agrónoma. Es una maravilla escucharla y aprender cómo están aplicando técnicas de poda nueva “La garnacha es frágil, se agrieta. Buscamos que la savia circule por todas las ramas” o la realidad diversa y rica del suelo de esa viña, cuidado y mimado como parte de un todo.

Esther Ciria es ingeniera agrónoma y ha aplicado junto a su marido los conocimientos adquiridos en su formación a los diferentes cultivos que realizan

De las variedades de vino que elaboran, el blanco procede de un macabeo antiguo que recuperaron de cepas adaptadas al terreno. “El vino te lo da la uva”, me comenta Esther. Me cuenta, además, que su rosado lo elaboraron cómo lo hacían antes, cómo lo hacían sus padres. Aquel vino denominado clarete.

Junto al vino, el aceite Casa Paul procedente de variedades empeltre y verdeña. Ecológico, por supuesto, y en varios envases para facilitar la venta y el acceso a los diferentes clientes. Porque la clave de esta familia y de la mayoría de aquellas que viven de la agricultura en la zona, es la diversificación. Vivir de un solo cultivo es casi imposible, por eso, a la vid y al olivar, Esther y Joaquín añaden almendros y el cultivo de cereales, principalmente trigo duro y cebada. “Si no pasa nada, nos quedamos con el trigo duro. Vamos probando. Hacemos toda la parte experimental, pero cultivamos además forraje, guisante y veza” me explica Esther.

Esther explicándome una nueva técnica de poda denominada abanico abierto que permite que la savia circule mejor por los sarmientos.

Sacamos el tema de la mujer en la agricultura. Recuerdo que nos encontrábamos entonces bajo los ladrillos marcados de la bodega antigua. Una flecha y el nombre de “Vicente” hendido en uno de los ladrillos sobre nuestras cabezas. “Hay muy pocos referentes de mujeres agricultoras. Estamos muy pocas y las que estamos, tenemos tanta faena, que no podemos pararnos a explicar” Nos planteamos las dificultades reales del acceso de la mujer al campo. Las agricultoras sin serlo, nombres de mujeres de familia utilizados para no penalizar a los que concentran tierras, el problema de l@s “sin tierras” que no pueden acceder a ayudas a la agricultura…quizá aquí todavía queda mucho por hacer. “Las mujeres tenemos hueco en la diversificación, que es meterse en líos. En la búsqueda de valor añadido, que sigue siendo: meterse en líos”. Sonríe, pero lo hace desde la experiencia de saber de lo que habla, de las dificultades y trabas que entraña salirse de los monocultivos intensivos.

Cada jueves alterno tienen un puesto en el mercado agroecológico de Huesca. Su venta es directa. Sus clientes, amigos o fieles contactos que valoran este tipo de producción sostenible. Están presentes en algún comercio de proximidad, en viviendas de turismo rural que comparten esa forma de entender la vida y en sus redes sociales @casapaulecológico donde los encontraréis mostrando pinceladas de su realidad rural, agrícola y agroalimentaria. Siempre en ecológico, por supuesto.

GRANJA ECOLÓGICA LA SIERRA

GRANJA ECOLÓGICA LA SIERRA

Granja La Sierra es una granja ecológica de vacas alimentadas, principalmente, con pasto.

La Granja evolucionó con los años y pasó de ser convencional a ecológica, de criar el ganado a transformar ellos mismo la leche en diferentes lácteos.

Ubicada en la localidad de Tezanos, Cantabria, esta granja de vacas lecheras es una referencia en el sector. Un oficio heredado, común y ancestral en los Valles Pasiegos, pero que en la gestión del matrimonio Sindo García y Eva Mazorra pasó por una transformación para adecuarse a los nuevos tiempos, en un lugar donde la tradición se asienta en cada prado, el paisaje de vegetación frondosa, obliga a mirarlo con respeto reverencial.

Sindo García, junto a su pareja Eva Mazorra apostaron por convertir su granja en ecológico.

Fue en 1997 cuando este matrimonio decidió convertir su granja en una granja ecológica y lo hicieron, por suerte, tres años antes de la llegada de la fiebre de las vacas locas a España. Un cambio pionero que no contaba con un Consejo Regulador en ese momento en su zona, algo que les llevó a tener que utilizar un sello diferente al que posteriormente les ofrecería el Consejo Regulador de la Agricultura Ecológica de Cantabria, CRAE.

Las razas de las vacas de esta granja son frisona y fleckvieh

“Cuidar a nuestras vacas en ecológico nos permite producir menos cantidad de leche, pero nos ofrece más margen, ser más competitivos, pero si algo nos da este modo de crianza del ganado es la tranquilidad de producir lo que nosotros consumiríamos.” Responde Alejandro García.

La granja de producción ecológica y extensiva cuenta con 90 cabezas de ganado, 60 adultos y 30 de recrío de las razas frisona y fleckvieh. Al matrimonio se les unieron, a medida que fueron creciendo, sus hijos Alejandro y Miguel. Una unidad familiar que distribuye las labores entre sus miembros. De hecho, cuando llego a la granja me recibe en la zona de tienda Alejandro, el hijo menor, encargado de la parte de transformación. Su hermano Miguel ha salido, es él quién se ocupa de la parte comercial. En la granja, Eva y Sindo, pala y horca en mano, se dedican con esmero a limpiar la zona cubierta y a dar de comer a los animales.

En 2001 esta familia decide dar el paso y transformar la leche de sus vacas con la que elaboran yogur natural ecológico. En 2005 amplían la producción a queso fresco, queso de nata y queso de untar.

En 2014 aumentan la línea de yogur natural y ofrecen yogur desnatado, un proceso que les devuelve la oportunidad de ampliar “si desnatamos el yogur tenemos un subproducto, la nata, con el que podemos hacer mantequilla. Se trata de aprovechar al máximo la materia prima que tenemos”, nos cuenta Alejandro.

La mantequilla de Granja La Sierra comenzó a elaborarse para dar salida a un subproducto derivado del descremado del yogur.

Granja La Sierra tiene una producción pequeña, aquella que le permiten los 600 o 700 litros que ordeñan al día. Entre sus productos, el más reconocido es el yogur, “también es el más fácil de encontrar” nos advierte Alejandro.

El yogur de Granja La Sierra es un yogur elaborado a base de leche de vacas de pasto

La mantequilla se produce a demanda del yogur desnatado. Se trata de una escasa producción, pero con un resultado de vértigo. Está elaborada a base de leche cruda, sin pasteurizar, lo que ofrece matices e intensidad gustativa. Su elaboración, muy artesanal, es cuidada desde las incisiones en las piezas, marca ya de esta mantequilla, como el modo en el que la presentan al mercado.

Su elaboración a base de leche cruda aporta mayores matices gustativos

Sus productos se venden principalmente en Cantabria, pero llegan a Madrid, Burgos y País Vasco.

Las vacas complementan su alimentación en el prado con ensilado y cereal ecológico.

Esta granja, como muchas de la zona, son ejemplo de que la ganadería da cabida a los empleos femeninos reales. Desde siempre las mujeres han trabajado en el cuidado del ganado en estas zonas. En la actualidad, se ha conseguido que muchas de estas mujeres sean consideradas como dueñas de las explotaciones y coticen del mismo modo que sus cónyuges. Granjas que ofrecen también una posibilidad de empleo a los jóvenes.

 

ARÁNDANOS ECOLÓGICOS LA PIZPIRETA

ARÁNDANOS ECOLÓGICOS LA PIZPIRETA

La Pizpireta es un espacio natural dedicado al cultivo ecológico de frutos rojos, principalmente arándanos

La pizpireta “pequeños frutos ecológicos” comenzó su andadura en 2005 de la mano de Patricia Fernández. Su formación en cocina le llevó a acercarse al origen de los alimentos. Primero visitó varias granjas, pero no encontró en ellas ideas para su futuro profesional. Lo que realmente tenía claro era que “quería vivir en el campo”, me confiesa.

Patricia Fernández, impulsora de la Pizpireta

Su proceso de búsqueda la llevó a trabajar en Francia con arándanos y visitar fincas experimentales en Asturias de estos frutos rojos. Una fase previa necesaria para definir bien la idea de lo que iba a ser su realidad futura, que pronto compartiría con su pareja Luigi González.

Patricia y Luigi en uno de los rincones de la Pizpireta

La Pizpireta hoy es una finca ecológica de frutos rojos ubicada en un paraje idílico, a la orilla del río Pas, a 3 kilómetros del centro del municipio Vega de Pas en Cantabria. Una hectárea de terreno en la que 2500 plantas producen arándano, frambuesa, mora, grosella roja y grosella negra.

 

La finca tiene una producción principal de arándano, el 80%, que se complementa con el resto de frutos rojos, algo que les permite jugar con la temporalidad de la maduración y ampliar unos días la campaña, que comienza en torno al 10 de junio y acaba hacia el 5 de agosto.

Plantas de arándano de La Pizpireta

La cosecha es muy variable en función de la climatología. En años buenos, recogen unos 1100 kilos de fruta, pero en años malos como ha sido el 2021, con temperaturas más bajas de lo normal en verano y muchos días nublados, la cosecha solo ha alcanzado los 450 kilos. Además de la climatología, tienen que lidiar con otro factor presente, los pájaros, que se comen el 20% de la producción, algo que Patricia me cuenta con naturalidad. Ambos comparten un espacio natural y la forma de producir respetuosa con el medio ambiente les lleva a considerar estas pérdidas como una cesión casi casi consensuada entre las partes.

En la Pizpireta se cultivan arándanos, mora, grosella roja y negra

La Pizpireta nació en condición de finca ecológica. Entre las prácticas que esto lleva consigo está el riego “solo cuando las plantas lo piden, regamos. La hierba segada la dejamos secar en el campo para que sirva de abono”, me explica Patricia.

En la instalación dedicada al envasado de arándanos, Patricia me enseña los envases. No acaba de estar conforme. Se encuentran en proceso de cambio para conseguir uno que se adapte a la filosofía de la empresa y que, al mismo tiempo, mantenga la fruta en perfecto estado sin estropearla. En la puerta, un cartel con diferentes tarifas: mercado, finca y recogida. Tarifas que hablan de lo que se cuece en la finca cuando las matas están cargadas de frutos.

Espacio de envasado de la fruta.

Los primeros dos años la planta del arándano no da. Lo primero que hice cuando tuve mi primera cosecha fui ir a vender a restaurantes, pero me gastaba más en gasolina de lo que me compraban”, expone. La solución la encontró en los grupos de consumo y en la venta a particulares, que con los años ya se han convertido en clientes fieles. “Lo fundamental es crear una red de consumidores amigos”. Mucha de su clientela hace pedidos por encargo y ellos recolectan solo lo que van a vender. De aquellas tarifas del cartel que colgaba en la puerta, me cuenta Patricia que el precio de finca es algo más económico, porque son los clientes los que van a recoger sus pedidos a la Pizpireta, y el de recogida lleva consigo la recogida propia de la fruta, algo que trasciende a una labor agrícola sin más. Se trata de pasar el día en un entorno de una naturaleza exuberante, sin ruidos que no sean los de los pájaros y el del rumor del río o las conversaciones y risas de las personas que se dan cita allí. Encuentros que se suceden en los diferentes periodos: “Trabajamos mucho con clientes. Pueden recoger sus frutos, pero también los invitamos a la poda, por ejemplo, y esos días hacemos comidas de traje. Yo traje esto, tú, lo otro…(sonríe) establecemos vínculos distintos y enriquecedores”.

El 80% de la plantación es de arándano.

Junto a las relaciones con los clientes, La Pizpireta forma parte de la iniciativa Workaway, una plataforma que conecta a anfitriones con voluntarios, que a cambio de la manutención y alojamiento, colaboran unas horas en las labores de lugar de recepción. La experiencia de esta finca es muy gratificante.

Dentro de su casa, Patricia me muestra los álbumes con las fotos de los voluntarios que han pasado por La Pizpireta “En verano en casa se hablan dos idiomas. Aprendemos mucho de todos”. Señala los rostros de algunas de las fotos y me dice sus nombres, su país de origen y añade, con la sonrisa en el recuerdo, que “ellos ya son amigos. Algunos han repetido más de un año”.

Patricia mostrando voluntarios del programa Workaway

La presencia del voluntariado es tan importante, que han destinado una de las instalaciones como espacio para ellos. “No es una empresa solo, es nuestro modo de vida. Todos hemos trabajado por cuenta ajena y cuando eso sucede, quieres que tu jefe te trate bien. Nosotros no podíamos contratar personal, pero este voluntariado nos encajaba.”. El resto del día que les queda libre a los voluntarios pueden hacer excursiones, conocer el territorio o quedarse tranquilos en el espacio natural que les ofrece la finca.

Este pequeño espacio, en medio de la vegetación frondosa de los Valles Pasiegos, parece tocado por una barita mágica. En las palabras de Patricia y Luigi, cobra un nuevo sentido. Es la naturaleza en consonancia con las relaciones humanas enriquecedoras y fructíferas. Sus arándanos no sólo vienen cargados de antioxidantes, son una oportunidad, año a año, de vivir experiencias nuevas. Quizá porque todo nace de una firme decisión de vida.

Huevos ecológicos La Brizna, de gallinas en libertad y gallineros de bioconstrucción

Huevos ecológicos La Brizna, de gallinas en libertad y gallineros de bioconstrucción

Hace unos días visité la granja de gallinas ecológicas de las que se obtienen los huevos La Brizna. Una empresa en medio del campo, del campo de Villel, en Teruel. El color rojizo de los leves montículos que rodeaban el campo vallado; las plantas aromáticas, picoteadas por las gallinas; la peculiaridad de las estancias o gallineros unidos a la fisionomía del responsable, Miguel Ángel Armengod, de tez muy morena y con pelo largo atado en una coleta, simulaban una estampa con visos de peli de indios y vaqueros.

Miguel Ángel Armengod, responsable de huevos La Brizna

La primera docena de huevos La Brizna se comercializó en 2016. Hoy tienen 700 gallinas, y su proyecto estaba previsto para albergar unas cuantas más. De momento, con las 40 docenas de huevos que le ponen al día le da a este aparejador convertido en ganadero de ecológico a sobrevivir. «La bioconstrucción está bien, pero vender las casas es más complicado. Me quedé en el paro y reconvertí mi profesión. Nos enteramos que el Ayuntamiento de Villel ofrecía terrenos y nos lanzamos.»

No obstante, Armengod no ha abandonado la bioconstrucción y todas las instalaciones de este retiro para gallinas ecológicas está, primero de todo, levantado con sus manos, y en segundo lugar, ha sido fabricado con materiales biológicos de proximidad. La cimentación de los gallineros, el almacén y la zona de envasado están hechos de graba y neumáticos. De la cimentación al tejado va paja, madera y barro.

Detalle de parte de las paredes de las instalaciones. Briznas de paja a falta del revoco de las paredes con barro.

La alimentación de las gallinas está basada en todo lo que ellas picotean por el campo y es complementada con cereal ecológico. De esas gallinas se obtienen huevos de alta calidad, que vende en mercados de las ciudades de Zaragoza y Teruel, el Mercado agroecológico del Norte de Teruel, algún grupo de consumo y varios restaurantes de cartas más elaboradas que buscan la calidad de las materias primas con las que elaboran sus platos. La docena de huevos La Brizna ronda los 4€. No son baratos, si lo que decide tu compra es únicamente el precio, son de alta calidad si cada vez que te vas a comer un huevo te llevas por delante todo lo que La Brizna te garantiza: sostenibilidad con el medio ambiente, bienestar de los animales, alimentación libre de porquerías y la apuesta por un modo de producir alimentos al margen de presiones productivas.

Inevitable. ¿Qué pasó durante el confinamiento? «Curiosamente en el confinamiento vendí más huevos. La gente quería productos de proximidad y quería comprar salud.»

Antes de marcharme, Armengod me pregunta y también se responde «¿sabes de dónde viene el nombre de la Brizna? Es del libro de Fukuoka La revolución de una brizna de paja, el primer libro de permacultura». Una obra que relaciona un nuevo modo de entender el cultivo de la tierra con el equilibrio entre salud, nutrición, educación, naturaleza y la espiritualidad. Está claro que la industria de la alimentación ha seguido un camino de excesos donde mucho que no debía permitirse, por atentar contra la salud de los consumidores, ha valido y se sigue consintiendo. Por ello, cuanto más naturales sean los alimentos, con menos proceso de elaboración industrial, más saludables, pues como dice Fukuoka «La alimentación es vida, y la vida no debe separarse de la naturaleza».

 

Imagen del interior de los gallineros

LOS CEREZOS HELADOS DE ALBALATE DE CINCA (HUESCA)

LOS CEREZOS HELADOS DE ALBALATE DE CINCA (HUESCA)

Febrero ha traído el frío invernal. Noches que han bajado la temperatura más de 5º bajo cero.

Temperaturas que no afectan a los cerezos ni a las higueras de campo, sin hojas y completamente deshidratadas para protegerse.

La floración de los cerezos en el campo comenzará en menos de un mes. Un espectáculo hermoso de olor y color.

No sucede lo mismo en los invernaderos de Fruit Luxury, empresa de Albalate de Cinca (Huesca), dedicada a la producción de fruta de alta calidad.

Una mínima parte de la producción de esta empresa, lo que equivaldría al 10% de todas sus hectáreas dedicadas a frutales se encuentran en un sistema de invernaderos.

Los invernaderos de Fruit Luxury están dedicados a la experimentación. Las variedades de cereza que en ellos se dan son principalmente brooks y prime giant, cerezas de gran calibre y textura crujiente muy valoradas en el mercado.

cerezas de gran calibre

 

Desde los inicios de esta empresa, en la que se encuentra al frente, Javier de Pablo, joven ingeniero agrónomo, los invernaderos han permitido llevar los conocimientos adquiridos a la experimentación con variedades recuperadas, favorecer el análisis de sistemas de riego adecuados, más sostenibles, que permitan un ahorro de agua y un riego más eficaz; se han trasladado a los mismos, equipos de investigadores nacionales e internacionales, que han trabajado de la mano de esta empresa en estudios que tienen como finalidad mejorar la calidad de vida de los árboles en campo; hacer frente al cambio climático y sus consecuencias demoledoras para la agricultura, en definitiva, estos invernaderos de cerezos permiten trabajar por mejorar la calidad y el sabor del resto de frutales ubicados en los campos de Albalate de Cinca, que producen Fruta de verdad y extrapolar resultados a otras explotaciones agrícolas.

Los cerezos de invernadero permiten obtener cereza a finales de marzo y alargar su recolección hasta enlazarla con la cereza de campo. Tanto unos como otros deben de pasar por un mínimo de días de frío, que superados, en el caso del invernadero, se les estimula con calor procedente de una calefacción alimentada con residuos naturales de proximidad.

Inicio de la floración temprana

Una vez que los cerezos de invernadero han cumplido su ciclo de frío y comienzan a romper las escamas de sus yemas para reverdecer y comenzar poco a poco a florecer, uno de los mayores riesgos son las heladas. Al formarse cristales de hielo en su interior, la dilatación rompería las células de las yemas o futuras flores y llevaría consigo una gran pérdida en la producción.

El despertar de los cerezos

 

Las pasadas noches, entre los días 8 y 9 de febrero, las temperaturas de Albalate de Cinca bajaron hasta -5º, poniendo en riesgo la floración próxima en el interior de los invernaderos que carecen de calefacción.

Temperaturas bajo cero la noche del 8 al 9 de febrero

 

Paradoja para una solución: hielo para protegerlos del frío

Cuando suceden este tipo de bajadas de temperatura, activan un sistema pionero dentro de los invernaderos sin calefacción, se trata de un sistema de anti helada por micro aspersión, que crea una capa de hielo superficial en los árboles, que al congelarse, libera 80 calorías por gramo y no permite que baje de 0º, manteniendo las yemas protegidas.

La micro aspersión produce una capa de hielo en el árbol que permanentemente se está helando, desprendiendo calorías y no dejando que baje de 0º la temperatura dentro del árbol

Sistemas innovadores que requieren de un conocimiento muy amplio de la agricultura y de los avances científicos. Su incorporación en pequeñas explotaciones como la de la empresa Fruit Luxury necesita de profesionales que puedan controlarlos y llevarlos a buen término.

El resto de cerezos de los invernaderos con calefacción mantienen una temperatura constante de unos 8º, alejando cualquier desventura de estos árboles que ya muestran sus primeras flores.

La floración de los cerezos tempranos estará en plenitud en unos días.

 

Berdún, el turrón de Los Monegros

Berdún, el turrón de Los Monegros

La pastelería Berdún se encuentra en el corazón de los Monegros, en el municipio de Alcubierre (Huesca). Su origen se remonta a 1922, cuando el abuelo de Antonio Berdún, actual propietario junto a sus tres hermanos, compró el edificio en el que hoy se mantiene esta pastelería y se estableció como pastelero, tras un periodo de formación en la pastelería San José y en El Ferrol. 

Su abuelo, Antonio, tuvo que adaptarse al pueblo, donde se trabajaba la pastelería en fechas muy concretas como la Ascensión, el Corpus…y sobretodo se trabajaban ingredientes básicos de la época, las yemas, principalmente, nada de la sofisticación a la que ha llegado la pastelería de los últimos tiempos. 

Antonio Berdún, pertenece a la tercera generación de la Pastelería Berdún.

Pasaron una guerra y una posguerra. Y como en casi todos los aspectos, la posguerra fue peor incluso que la propia guerra. Durante la contienda, la familia residía en una finca alejada del casco urbano, pero el abuelo acudía a diario a hacer el pan para los milicianos. La posguerra tiñó el pan de negrura y la vida de mucha escasez. 

El abuelo de Antonio quiso que su hijo, de nombre Antonio también, aprendiera el oficio de pastelero fuera de casa, como él mismo lo había hecho y lo llevo a Casa Lac, en Zaragoza, una pastelerí­a, restaurante y salón de te en el mismo espacio. Allí­ estuvo un tiempo conociendo los secretos de la pastelería de una España que comenzaba a despuntar. Regresó a Alcubierre una vez superados formación y servicio militar. Hizo reformas en la pastelería y creó el obrador nuevo en el que todaví­a hoy trabajan. A partir de este momento, el mostrador se llena de tartas y pasteles todos los fines de semana. 

Antonio, nieto, se incorporó a la tradición familiar en 1978, sin tener que salir fuera a aprender, pues en su propio obrador se trabajaba a diario la pastelería. Su aportación llevó a esta empresa a expandirse y abrir una tienda en Zaragoza en 1997, momento en el que cambian el proceso de hacer pan, de un modo totalmente manual, a una elaboración a través de procesos mecanizados, que controlan tiempos, fermentaciones y permiten aumentar la producción, que pasó de unos 70 kilos de harina al día, a 400 kilos. Unas 2000 barras de pan diarias que reparten en Alcubierre, Grañén, Sariñena, etc.

 Para su pan utiliza levadura natural, que arrancó de un fermento compuesto de harina de centeno integral y agua y los consiguientes refrescos. La tiene desde hace 3 años y con ella consigue dar sabor a su pan.

Levadura natural

«A nuestras puertas no llegan camiones de reposterí­a congelada con la que llenar el mostrador. Nosotros elaboramos todo lo que ofrecemos. Antes de panaderos fuimos pasteleros, por eso sabemos lo importante que es medir cada ingrediente, respetar los tiempos. La reposterí­a no es: azúcar, huevos y revolver, la reposterí­a como todo requiere del buen hacer del maestro de obrador.»  Antonio Berdún

DOBLADILLOS, LA MERIENDA DE MUCHOS NIÑOS

Están hechos de harina, manteca de cerdo, azúcar, aceite y canela. Se llamaban farinosos, y así­ siguen siendo en Alcubierre, pero en Zaragoza y Huesca donde se comercializaban la gran mayoría, eran demandados como dobladillos, lo que hizo que se cambiara su nombre.

Pastelería Berdún puede llegar a fabricar 3500 unidades a la semana y suponen una opción artesana a una merienda infantil. 

EL TURRÓN, UNO DE SUS PRODUCTOS ESTRELLA

Pastelería Berdún es una de las empresas más antiguas de Aragón en la elaboración de turrones. El abuelo de Antonio elaboraba los tradicionales: guirlache; guirlache negro, que se hací­a a base de miel y almendra con piel; tortas de avellana y miel y un turrón muy especial, al alcance de muy pocos, similar al turrón de Alicante, en el que se usaban piñones en lugar de almendra, hoy inviable por el precio que podría llegar a alcanzar una tableta.

Pronto cumplirán los cien años y han llegado a elaborar 7000 kilos de turrón en temporada, todo hecho de manera artesana.

Esta pastelería comienza a elaborar sus turrones una vez que ha concluido los huesos de santo. Los dos momentos más importantes de trabajo son las dos primeras quincenas de noviembre y diciembre.

En la actualidad elaboran seis tipos de mazapanes y cuatro tipos de turrón de chocolate. Siendo los más valorados los de mantequilla: el holandés de crema de mantequilla y bizcocho de almendra y otro de tres cremas a base de mantequilla blanca, café y chocolate. Para hacerlos, esta pequeña empresa aumenta su plantilla en dos personas más, que se suman a los 18 trabajadores fijos, procedentes de los pueblos próximos. 

Los turrones más clásicos, elaborados manualmente, como siempre, son muy demandados por sus clientes.

Desde Alcubierre, sus turrones, dulces o el pan se distribuye a diferentes lugares de Aragón, demostrando que una empresa instalada en una zona rural como Los Monegros es viable, genera empleo y puede endulzar el paladar de cualquier urbanita a kilómetros de distancia, con una elaboración artesana y muy cuidada.

 Video de elaboración de guirlache en Pastelería Berdún

Finca la torre, un aceite de oliva biodinámico

Finca la torre, un aceite de oliva biodinámico

Finca la Torre es como un paraíso oleícola. Uno de esos lugares en los que fluye una química diferente y donde todos los elementos que la componen tienen un sentido especial. Llegamos cuando el sol se ponía y apenas tengo fotografías de calidad que muestren su magia, lo siento, pero espero saber mostraros parte de su esencia.

Olivar Finca la torre

Entre dos parajes naturales de vital importancia para Málaga como son la reserva natural Fuente de Piedra y el paraje natural del Torcal de Antequera se ubica esta finca de 380 hectáreas, referencia de olivar ecológico de toda España.

Edificio de Finca la torre

228 hectáreas de la finca están destinadas a olivar. En total, 33.000 olivos de las variedades hojiblanca (50% de los olivos), arbequina (35%), cornicabra (10%) y picudo (5%), con los que consiguen cosechas de medio millón de kilos de aceituna, que se traducirán en un 12% a 14% de rendimiento en aceite de oliva virgen extra de gran calidad.

El capital humano de Finca la Torre

Al frente de Finca la Torre se encuentra Víctor Pérez, agrónomo y máster en oleocultura, que llegó a esta empresa en 2011. Junto con un equipo de personas jóvenes, con perfiles muy marcados y curiosos, aportan su saber hacer para conseguir un producto de máxima calidad.

Victor Perez, responsable de Finca la torre
Víctor Pérez es agrónomo y especialista en oleocultura.

“No tenemos vicios adquiridos. Buscamos hacer un producto de alta gama uniendo economía y capital humano”

Víctor Pérez

Oli es maestro de patio, no es español, pero gestiona las aceitunas como si lo hubiera visto desde niño y como si se hubiera criado en Andalucía, rodeado de olivos.

Oli, maestro de patio de almazara
Oli es el maestro de patio de la almazara

Maite Marín es la gestora biodinámica de Finca la Torre, porque esta empresa realiza una agricultura ecológica y biodinámica, en estas tierras en las que conviven con una gran biodiversidad de aves y fauna diferente.

Son pioneros en biodinámica en España. Recuperan prácticas tradicionales, trabajan con animales en diferentes épocas del año y producen su propio compost como fertilizante.  Las características del ecosistema de la finca favorecen una mejor producción del olivar, que posteriormente se deja notar en su aceite.

“Voy a por estiércol a una finca especial con vacas de raza pajuna”

Maite Marín

Aceite de un olivar propio

La ubicación central de la almazara con respecto a la finca y la corta distancia a los olivares, favorece que se puedan molturar las aceitunas entre 2 y 4 horas después de ser recolectadas. Y es que, una vez recogida la aceituna, sus cualidades comienzan a mermar, por eso es tan importante que sea molturada pronto, para salvaguardar las propiedades más excelentes de la aceituna, no sólo el sabor o el aroma, también esos polifenoles beneficiosos  que aporta un buen aceite de oliva virgen extra para la salud del ser humano.

Olivas en mano
Finca la Torre cuenta con cuatro variedades de aceitunas: hojiblanca, arbequina, cornicabra y picudo

El precio medio de sus aceites ronda los 16€ el litro. No es de extrañar su precio cuando todo su proceso es tan mimado. Tampoco parece desorbitado cuando lo pruebas en una tostada, en una ensalada…¡algo sublime!

Disponen para sus clientes botellas de ½ litro de monovarietales hojiblanca y arbequina; en botellas de ¼ l. las cuatro variedades que se producen en Finca la Torre, en un estuche que nos lleva a un recorrido por la esencia de esta almazara. Además, envasan en latas de ½ y 2 litros, se han lanzado con aromatizados muy cítricos, de naranja y de limón, e incluso embotellan vinagre ecológico.

Hace un tiempo una persona que ocupa uno de los cargos más importantes en el sector oleícola español me recomendó que probara los aceites de Finca la Torre. En la tienda dela Fundación del Patrimonio Comunal Oliarero, en Madrid, me decidí por la edición especial One Organic. Se trata de un aceite de la variedad hojiblanca elaborado con las primeras aceitunas recolectadas el primer día de cosecha y limitado a 2.000 litros de envasado.

Desayuno con One Organic
One Organic ofrece matices y aromas muy marcados.

Finca la torre exporta sus aceites a más de 20 países, fundamentalmente de Europa, pero llegando también tan lejos como a Canadá, EEUU, Méjico, Japón o Corea del sur. En España, sus principales clientes son restaurantes y tiendas, ambos especializados.

“Nuestro aceite se valora más fuera que dentro. La población extranjera tiene mayor interés y mayor conocimiento sobre el aceite.”

Víctor Pérez

La tendencia de esta empresa busca estabilizar la producción y potenciar el oleoturismo, con visitas a sus instalaciones, como darse a conocer en el entorno más próximo a través de actividades como el Trail Running La Torre, que en 2017 celebró la tercera edición. Una iniciativa que favoreció, por ejemplo, que esta empresa fuera conocida por los habitantes de Antequera, a pocos kilómetros de distancia, hasta ese momento desconocida.

Máquinas del patio de almazara
Máquinas del patio de almazara

Todos estos buenos atributos se ven valorados en menciones tan significativas como las que otorga el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente con el Premio Alimentos de España al mejor aceite de oliva, concedido en 2013, 2014 2015 y 2016 a Finca la Torre.

Un aceite elaborado en un lugar especial, atendido y mimado desde su germen en el olivo y que ha nacido para ser saboreado por aquellos que disfrutan con aceites aromáticos y de intenso sabor.

Granadas, las lunas rojas de Alcolea

Granadas, las lunas rojas de Alcolea

Las lunas rojas de Alcolea (Huesca) tienen un año y parece que se han instalado para quedarse. Es curioso verlas ahí­, salpicando de color un paisaje complicado, de tierras salinas donde se cultiva el arroz con facilidad y casi como única opción viable y se sufre por el resto de cultivos que agricultores innovadores, apasionados e inconformistas como Manuel Fortón atienden y miman con la persistencia de un alquimista, queriendo convertir la sal de la tierra en deliciosos frutos como la granada o el aceite Flor de sal.

Manu Fortón es Ingeniero Agrónomo y en su época de estudiante ya era agricultor de fin de semana. Los conocimientos adquiridos en la carrera, haber conocido explotaciones agrí­colas muy diversas y el contacto con sus profesores le llevó a plantear propuestas rocambolescas para cualquiera de los agricultores de su zona, que él defendí­a como posibles y diferenciadoras.

2017 es el primer año de cosecha de esta explotación de 7 hectáreas de granada de variedades Emek y Shani concedidas por una licencia de cultivo adquirida en Israel. Así­ están las cosas en el mundo interno de la agricultura. Como primer año, Fortón solo espera una cosecha de 2.000 kilos de granadas. En cuatro años, este cultivo estará en plena producción, llegando a dar cada planta entre 30 y 40 kilos de fruta en más de una floración.

La inversión primera ha sido muy fuerte. Las plantas están cultivadas en un sistema de espaldera. Alineadas, de cada extremo, parten alambres de dos soportes en forma de «Y». Parecen tendederos eternos de los que cuelgan ramas de granados cargadas de frutos rojos. Con este soporte se le ayuda a esta planta, que tiene una morfología más de arbusto que de árbol, a que distribuya sus ramas ordenadamente y sus frutos crezcan con facilidad, sin roces y golpes.

Grandes chopos y mallas corta viento son parte de esta estructura encargada de conseguir un mejor fruto, un fruto de calidad. Su piel dura no nos da esa percepción de fruta delicada, sin embargo, lo es y mucho. Cualquier roce con las ramas del árbol o golpes de sol generan manchas en el fruto que lo invalidan para su comercialización.

Las variedades de estos granados son precoces y podrán llegar a dar fruto en el mes de agosto. Los granados cuentan con tres floraciones, las dos primeras son las más productivas. La flor del granado es hermafrodita y tiene dos tipos: estéril y completa, esta última la que tras polinizarse, dará su fruto.

Sus granadas destacan por ese intenso color rojo, por una corona grande y un calibre que ronda los 400 gramos por pieza. Para llevarlas al mercado con todos los honores, Fortón les ha diseñado una caja elegante, sobria, que tiene como amuleto a la luna en el nombre de su marca: Moon.

Su mercado, lamentablemente no está aquí­ al lado. Tendrá que exportar el 90% de su producción a paí­ses como Alemania, Inglaterra o Bélgica.

«Siempre me gustó la luna, sus ciclos…»

El 30 de septiembre de 2017 estará en la feria de Alcolea presentando sus granadas a todos sus vecinos y visitantes. Les va a ofrecer zumo de granada. A mí ya me invitó a probarlo, así­ que no puedo por menos que animaros a que os acerquéis a conocerle a él y a sus lunas rojas de Alcolea.

Por cierto ¿sabéis abrir una granada? Pincha y Manu Fortón te lo explica.

FLOR DE SAL, UN ACEITE DIFERENTE

Antes que productor de granadas, Fortón fue el loco de un cultivo de olivar en intensivo, completamente mecanizado, de 10 hectáreas, sobre un suelo muy salino que se tinta de blanco en invierno y que de vez en cuando sacrifica unos cuantos árboles en pro de una lucha en la que no siempre vence el hombre.

En 2009 dio rienda suelta a este olivar, menos productivo por la calidad del suelo, pero que ofrece frutos que concentran más los sabores y el aroma. Tan sólo dos años después sacaba al mercado su primer aceite «Flor de sal» de las variedades arbequina, del que produce entre 15.000 y 20.000 litros y koroneiki, que obtiene unos 250 litros que envasa únicamente en botellas de 250 ml.

Es el primero que cosecha las olivas, pues le gusta que sus aceites tengan todas las propiedades de las olivas verdes, el sabor intenso y unos aromas que persisten avanzado el año. Me dice con orgullo que todas las tiendas de su pueblo ofrecen su aceite en las estanterí­as y también se encuentra en los bares y restaurantes de Alcolea.

 

EBROVERDE, LOS TOMATES DE ALBALATE DEL ARZOBISPO

EBROVERDE, LOS TOMATES DE ALBALATE DEL ARZOBISPO

Descubrí estos tomates en la feria de la cereza de Albalate del Arzobispo (Teruel). En lugar de salir con cajas de cerezas, los visitantes a esa feria cargaban en sus brazos cajas de hermosos tomates. Tomates irregulares, apetecibles, tomates que podrían alcanzar el kilo cada uno de ellos, tomates que reponía José Carlos Garín, su productor.

Este ingeniero agrónomo decidió, en 1992, con 27 años “Abandonar un puesto de trabajo fijo en una empresa de riego por la inestabilidad del sector agroalimentario” y crear Ebroverde.

José Carlos Garín nos enseña la cosecha de tomates en sus invernaderos de Albalate del Arzobispo (Teruel)

Ebroverde se dedica en exclusividad, desde hace 25 años, a la producción de tomate en una hectárea de invernadero, que cobija a 20.000 tomateras, de las variedades rosa y raf.

Sus tomates tienen mucho de especial. El interior es pura carne, sin maderas ni durezas, jugosidad al extremo, y un anillo externo de lóculos, pequeños agujeros que guardan las semillas y la gelatina, que equilibran el gusto de un bocado amable, muy especial.

Se trata de un tomate tradicional. Es acostillado o asurcado, con estrías, confiriéndole una forma irregular que nada tiene que ver con la esfera perfecta del tomate bola, y posee cuello, una corona verde alrededor de la raíz del pedúnculo. El veredicto nos lo da Garín “Estamos muy satisfechos con el tomate que hacemos. No te ganas la vida con un tomate bueno, tienes que hacerlo mejor que el del vecino, porque antes el mercado pedía conservación, ahora queremos que se nos caigan las lágrimas al comer tomate.”

Durante estos 25 años han producido variedades diversas. Comenzaron con tomate tipo beef (de pared gruesa), que tenía consistencia y sabor; pasaron por el tomate de rama y llegaron al raf en 2006, siendo todo un acierto su elección, que les ha acompañado hasta la actualidad. En 2012 comienzan a producir tomate rosa, un año en el que existía una gran demanda de ese tomate y muy pocos productores. Al final, se han decidido por estas dos variedades, que se reparten en dos temporadas. La primera, hasta junio, julio, cuando terminada su recolección, se arrancan esas tomateras para plantar las nuevas de la variedad raf. En total, su cosecha alcanza los 100.000 kilos de tomate rosa y las 50.000 kilos de tomate raf.

Ahora queremos que se nos caigan las lágrimas al comer tomate.

Toda esta producción se asienta sobre un sustrato hidropónico, se consigue con el trabajo de los 4 empleados que forman parte de Ebroerde y se mantiene, entre otros, gracias a la ayuda de la fauna auxiliar: abejorro para la polinización y nesidiocoris, con la que evitan sulfatar a penas, ya que se zampa a la mosca blanca y a la tuta, algunos de los mayores enemigos del tomate.

Sustrato en el que se asientan y del que se nutren las tomateras de Ebroverde

La nesidiocoris ayuda a mantener a raya a los grandes enemigos del tomate: la tuta y la mosca blanca.

Garín me habla de la situación del sector y expone que “hay mucha chatarra”, demasiado tomate producido a costes muy bajos, de mala calidad, buscando solo cantidad. En la actualidad, los grandes productores siguen estando en el sur de España y existe una competencia fuerte de Marruecos o países como Holanda, que ha despuntado en su producción con unos sistemas de invernaderos muy potentes, consiguiendo cubrir gran parte del mercado europeo.

Pincha para ver el video 

Mientras los grandes productores del sur de España consiguen ofrecer un tomate que venden en el mercado a 50 céntimos, Garín nos dice que el coste de un kilo de sus tomates le supone entre 60 y 70 céntimos. Distribuyen su tomate en Mercazaragoza y a través de su web con la que llegan al consumidor final de toda España que busca tomate con sabor.

 

CEREZAS DEL MES DE ABRIL

CEREZAS DEL MES DE ABRIL

Javier de Pablo nos muestra sus cerezas tempranas

Visitando sus frutales de Albalate de Cinca (Huesca), algunos muy jóvenes, tanto que apenas levantan el metro del suelo, otros cuajados de flor rosa o blanca, comenta con una sonrisa de soslayo, que su padre, en otra vida, debió de ser un inventor, un genio, porque “su cabeza no deja de generar ideas” que lanza a Javier de Pablo, su hijo. Él fue quien le propuso adelantar la producción de la cereza y llegar de los primeros al mercado ofreciendo cerezas antes que nadie y haciendo de su empresa Fruit Luxury Company, una empresa destacada del resto.

 

A esto se le llama competencia de mercado o estrategia de venta o como quiera llamarse en lenguaje empresarial. Lo cierto es que para Javier es la llave que le permite estar en mercados selectos, adentrarse en ellos con un producto único que de otra manera le sería difícil llegar.

 

 
El proceso fue sesudo, lento y muy costoso. Sesudo porque Javier metió en su maleta la idea de su padre y se la llevó a su universidad donde trabajó con sus profesores en la idoneidad de este proyecto. Lento porque todo lo importante cuesta y esto no iba a ser menos, sin contar con que los 4 o 5 primeros años el árbol no produce fruto; costoso porque adelantar el ciclo de floración supone adecuar la investigación a una fuerte inversión que la convierta en una realidad.
Mientras la cereza en el interior del invernadero comienza a tomar color…
 

 

En el exterior, los cerezos están en plena floración. Fotos tomadas el 19 de marzo de 2017.
Hoy, más de una década después, sus invernaderos cubren 4,5 hectáreas de cerezos de floración temprana, que se adelanta un mes a aquella que tiene lugar en el cerezo de campo. Gestionar el cultivo de cerezo en invernadero con el fin de adelantar su ciclo de cultivo conlleva un gran esfuerzo económico y de dedicación. Los cerezos han de cubrir 500 horas de invierno para asegurar que la floración será fructífera. Si es necesario, el sombreo o la microaspersión permitirán bajar la temperatura.

 

 

Imagen de los cerezos del invernadero

 

Una vez que se han cubierto las 500 horas en las que el árbol ha estado en condiciones invernales, se puede modificar la temperatura ambiental para favorecer que el árbol despierte de su letargo y florezca. Para ello, se precisa conseguir que la temperatura no baje de 12º en cualquier lugar del invernadero, el cual está provisto de calderas, que se nutren con biomasa a base de huesos de melocotón de las conserveras próximas y pellets. La temperatura tampoco debe exceder los 30º. Un margen este, de los 12 a los 30 grados, que obliga a tener una persona fija, día y noche cuidando los cerezos con suma atención.

 

Los huesos de melocotón son el combustible con el que suben la temperatura en los invernaderos.
 

 

Una vez florecidos, hay que ayudar a su polinización en el interior del invernadero. Javier probó con abejas, pero no lo resistieron, sí lo han conseguido los abejorros. Entre 40 y 50 cajas por hectárea, que simulan una colmena habitada por una súper reina y un equipo de abejorros dispuestos a dejarse la vida por alimentar a su reina y ya de paso obrar el milagro de puntear los cerezos de un dulce e intenso color rojo.

 

 

 

La primera semana de abril estos cerezos a los que se les ha hecho madrugar antes de tiempo están cargados de fruta y comienza la recolección que durará hasta finales de mes, cuando comienza la cosecha de cerezo en las 35 hectáreas de campo, pudiendo alargarse hasta la primera quincena de mayo. Unos cerezos y otros que ofrecen a Javier dos meses y medio de campaña, para la que necesita multiplicar su plantilla anual y pasar de los 7-8 trabajadores fijos a los 60 eventuales.

 

Imagen del almacén donde esta empresa selecciona y envasa la fruta. Fue tomada la campaña pasada, el 4 de junio de 2016.

La cereza temprana puede pagarse al productor a 10€ el kilo, pero ser comprada en mercados selectos de Madrid, Barcelona, París, Milán, Bruselas o Londres, por clientes sibaritas a 100-120€ el kilo. Sin embargo, Javier me advierte de algo que es evidente después de haberme explicado el ingente esfuerzo invertido hasta obtener esta fruta prodigiosa: “la cereza más cara suele ser la menos rentable”.

 

 

 

 A él, esta fruta temprana le abre las puertas de los mercados más exclusivos como, por ejemplo, Harrods, uno de los centros comerciales más famosos de Londres. Y una vez abiertas, le permite colocar en los mismos su cereza de temporada, de gran calidad, pero más difícil de competir con el resto de la oferta de mercado de no haber contado con esta avanzadilla.  

 

 
Javier mide la concentración de azúcar de la cereza.

 

La cosecha media de esta empresa es de unos 25.000 kilos de cereza de invernadero, 200.000 de cereza de campo, que se distribuyen en unas quince variedades diferentes. Se trata de las variedades Brooks, que destaca sobre todas, primegiant, santina, satín, lapins, skeena, entre otras, que comercializan con la marca Pearl Cherries y Rouge Pearls.

 

 

El esfuerzo es grande, pero esta empresa no sólo se dedica a la cereza. En total se ocupan de 120 hectáreas de frutales como almendro, melocotón, la propia cereza e higo ecológico, su nueva adquisición.

 

 

Cerezas de campo de Albalate de Cinca. Campaña de 2016

 

 

Me explica, en el recorrido por sus frutales, cómo ha cambiado Albalate de Cinca, de una agricultura estancada al resurgimiento de proyectos agropecuarios innovadores, acordes, o incluso adelantados, con las nuevas tendencias del mercado. Pollos ecológicos, granjas de gallinas ponedoras ecológicas, su idea de la cereza temprana… No obstante, su gran proyecto le pide tanta dedicación que ha dejado de ser el motor pasional que tire de toda la maquinaria “no me cansa el trabajo, me cansa no poder disfrutar de él”, confiesa. Piensa en nuevos proyectos. Se le iluminan los ojos y la cara. Esboza ideas y se anima solo con la posibilidad de que llegue el día en el que sean posibles. Seguro que de esas cavilaciones sale algo grande. ¡Pues no consiguió cerezas en el mes de abril!