Daniel Grau cambió una ciudad francesa de 60.000 habitantes, por una jubilación tranquila en un pueblo de Aragón, Estaña, de 5 habitantes. Se me olvidó preguntarle si entre esos cinco contaba a los tres que habitan su casa.
Como hobby se lanzó a plantar azafrán. Leyó mucho, investigó más y se lanzó. Hoy tiene su propio registro sanitario y comercializa un azafrán de primera calidad, según le aseguran los estudios comparativos que le ha realizado el CITA (Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón), que indican unos parámetros muy altos en color, amargor y zafranal o sabor.
Daniel necesita 1500 flores para conseguir un gramo de azafrán. Ya sabíamos o teníamos entendido lo complicado que era eso de hacer cantidad cuando hablamos de pistilos y de flores y más estas que tanto han cubierto los campos del Este de España, principalmente la zona de Castilla-La Mancha, que concentra casi toda la producción, Aragón o Cataluña.
La historia del azafrán se remonta a 3000 años, y fue documentado por primera vez en el siglo VII a C. por botánicos asirios. A España llegó alrededor del siglo VIII, pero tuvo su momento de mayor relevancia en la edad moderna, concretamente en los siglos XVI y XVII. Fue tal el movimiento económico que supuso, que se llevaron a cabo prácticas fraudulentas para falsificarlo y obtener mayores beneficios. A modo de ejemplo, en 1564, los Fueros de Aragón recogían la prohibición y castigo contra quienes vendieran azafrán falso.
Cuando se habla de productos especialmente costosos como es el azafrán, que puede alcanzar o, incluso superar, los 3000€ el Kilo al productor, se dan casos como estos del pasado, o como los que ocurren en el presente. En 2010 España produjo 1.500 kilos de azafrán, sin embargo, exportó a otros mercados 190.000 kg, principalmente a Estados Unidos, Emiratos Árabes, Suiza y Japón, entre otros. Un exceso procedente de Irán, el mayor productor de azafrán del mundo (el 94% de la producción mundial es iraní), cultivado de forma intensiva, que da como resultado unos pistilos más delgados y, claro está, con una mano de obra extraordinariamente barata, tanto que encoge el corazón. El kilo de azafrán en Irán puede conseguirse por 1.000 o 1.500 €, luego nosotros lo vendemos como español y le duplicamos el precio. Algo que no nos honra en absoluto.
He hecho la prueba y he comparado el azafrán de Daniel (izquierda) con uno comprado en el supermercado (derecha). Las hebras del azafrán de Estaña son más gruesas y largas. El olor, no podéis compararlo, pero si os fiáis de mí, es como comparar la ausencia de aroma con otro casi embriagador y tan característico de esta especia.TENTACIONES EN LA MESA
La llegada de la maquinaria agrícola al campo, sustituyó la tracción animal, el esfuerzo físico y fue arrinconando y eliminando cualquier actividad que no fuera susceptible con el tiempo de ser mecanizada. Los campos de flores violetas del azafrán se tornaron en cultivos más productivos y, poco a poco, el papel relevante que un día tuvieron estas flores fue desapareciendo y ahora ocupa, en algunas zonas, simplemente rincones a modo de testimonio. Donde pervive con fuerza es en el recuerdo de muchas personas, que atesoran la imagen de una mesa colmada de flores y en torno a ella familia, vecinos y amigos que pasaban horas esbrinando, compartiendo la labor y estrechando lazos. Algo que hemos perdido como sociedad y que, sin embargo, poseía un valor incalculable.
Daniel me llevó a su rincón. A su pequeña parcela donde cultiva el azafrán y lo cuida de hierbas y jabalíes, a los que los bulbos les encantan. De camino a su campo hay varias cosas que me impresionaron. La primera, la imagen de las lagunas de Estaña. La segunda, el sonido de la naturaleza, o el silencio del gentío. La tercera, el interés de Daniel por todo esto. Me confiesa que él no lo necesita,
«Estoy jubilado, pero me apena ver cómo estos pueblos desaparecen. No puedo soportar ver cómo estos pueblos mueren.» DANIEL GRAU
Ha puesto a disposición de varias personas de la zona sus conocimientos sobre este cultivo perdido, les ha facilitado información y ha apelado a que lo intenten, porque el está convencido, no sólo de que puede vivir una familia con el azafrán, sino que, cultivos de estas características, controlando todo el proceso hasta la comercialización del producto final al consumidor, ayudarían a revitalizar la zona, a fijar población en las zonas rurales de manera sostenible para todos los implicados.