Hace unos días visité la granja de gallinas ecológicas de las que se obtienen los huevos La Brizna. Una empresa en medio del campo, del campo de Villel, en Teruel. El color rojizo de los leves montículos que rodeaban el campo vallado; las plantas aromáticas, picoteadas por las gallinas; la peculiaridad de las estancias o gallineros unidos a la fisionomía del responsable, Miguel Ángel Armengod, de tez muy morena y con pelo largo atado en una coleta, simulaban una estampa con visos de peli de indios y vaqueros.
La primera docena de huevos La Brizna se comercializó en 2016. Hoy tienen 700 gallinas, y su proyecto estaba previsto para albergar unas cuantas más. De momento, con las 40 docenas de huevos que le ponen al día le da a este aparejador convertido en ganadero de ecológico a sobrevivir. «La bioconstrucción está bien, pero vender las casas es más complicado. Me quedé en el paro y reconvertí mi profesión. Nos enteramos que el Ayuntamiento de Villel ofrecía terrenos y nos lanzamos.»
No obstante, Armengod no ha abandonado la bioconstrucción y todas las instalaciones de este retiro para gallinas ecológicas está, primero de todo, levantado con sus manos, y en segundo lugar, ha sido fabricado con materiales biológicos de proximidad. La cimentación de los gallineros, el almacén y la zona de envasado están hechos de graba y neumáticos. De la cimentación al tejado va paja, madera y barro.
La alimentación de las gallinas está basada en todo lo que ellas picotean por el campo y es complementada con cereal ecológico. De esas gallinas se obtienen huevos de alta calidad, que vende en mercados de las ciudades de Zaragoza y Teruel, el Mercado agroecológico del Norte de Teruel, algún grupo de consumo y varios restaurantes de cartas más elaboradas que buscan la calidad de las materias primas con las que elaboran sus platos. La docena de huevos La Brizna ronda los 4€. No son baratos, si lo que decide tu compra es únicamente el precio, son de alta calidad si cada vez que te vas a comer un huevo te llevas por delante todo lo que La Brizna te garantiza: sostenibilidad con el medio ambiente, bienestar de los animales, alimentación libre de porquerías y la apuesta por un modo de producir alimentos al margen de presiones productivas.
Inevitable. ¿Qué pasó durante el confinamiento? «Curiosamente en el confinamiento vendí más huevos. La gente quería productos de proximidad y quería comprar salud.»
Antes de marcharme, Armengod me pregunta y también se responde «¿sabes de dónde viene el nombre de la Brizna? Es del libro de Fukuoka La revolución de una brizna de paja, el primer libro de permacultura». Una obra que relaciona un nuevo modo de entender el cultivo de la tierra con el equilibrio entre salud, nutrición, educación, naturaleza y la espiritualidad. Está claro que la industria de la alimentación ha seguido un camino de excesos donde mucho que no debía permitirse, por atentar contra la salud de los consumidores, ha valido y se sigue consintiendo. Por ello, cuanto más naturales sean los alimentos, con menos proceso de elaboración industrial, más saludables, pues como dice Fukuoka «La alimentación es vida, y la vida no debe separarse de la naturaleza».