La belleza de Praga es envolvente, te hace sentir que caminas por las calles de una ciudad de cuento donde las leyendas tejen una red de historias fantásticas que acontecieron en viviendas, esculturas, edificios públicos o la arquitectura religiosa.
En este escenario también había sitio para los alimentos. Unos más típicos, otros moldeados para ser cebo y placer de turistas, otros simples y rutinarios alimentos del día a día de los checos, que son curiosidad extrema para mí.
El primer alimento destacable con el que me topé al llegar a Praga fue un dulce que causa furor entre turistas y visitantes. Se escribe Trdlo y su pronunciación me es imposible de recordar. No existe una sola calle de Praga que no cuente con varios lugares donde poder comprar este dulce que consiste en una masa cocinada al calor de las brasas, con forma cilíndrica o cónica que, una vez tostada, se reboza en azúcar. Hasta ahí ese era el trdlo más típico. Luego, llegó la versión con nutella, crema…y para finalizar, algo más reciente, relleno de helado. La masa tostada está muy rica. Con relleno, sea el que sea, es una auténtica bomba.
En este video podéis ver cómo se hacen.
La calle está repleta de gastronomía. Los restaurantes orientales triunfan junto con aquellos que ofrecen comida típica checa. Existen puestos de comida callejeros donde invitan a probar los platos más característicos de este país: strudels de rellenos varios, cerdo asado al calor de las brasas del carbón, ensalada de col, codillo y salchichas ¡muchas salchichas!.

Junto a estos puestos de comida checa, conviven puestos de fruta, zumos y otros alimentos destinados al turista y que pueden encontrarse en cualquier ciudad turística del planeta, con la misma condición: ser tan extraordinariamente llamativos como caros en algunos casos, algo absurdos en otros.


Entre esos puestos callejeros, encontré cafeteras móviles, iguales que aquellas que encontraríamos en cualquier bar o cafetería, sobre un carrito, en calles o a la entrada de los parques, ofreciendo café para llevar a los checos.
La autenticidad de esta ciudad está a pocas calles del centro, cuando la persona que te atiende no comprende una sola palabra en inglés, puedes estar seguro que es un sitio al que acuden los habitantes del lugar. Puede ser un puesto de frutas, como esta maravilla que encontré por sorpresa.
O simplemente, adentrándonos en supermercados de los barrios más alejados del centro. Ahí descubriremos cómo es la alimentación en el día a día de los praguenses. Su pan, donde destacan los panecillos de mil maneras, alargados, redondos, con semillas de amapola…
Los pescados ahumados como la caballa:
El predominante mundo de los embutidos, fiambres ya cortados, salchichas de todos los precios, colores y tamaños:
Y los aceites, que consumen principalmente de girasol y colza, dejando una pequeña muestra a los aceites de oliva, algunos procedentes de España.
Otros de los productos de origen español que podemos ver en estos supermercados son las olivas, nuestro adorado jamón o el chorizo.
Los encurtidos son importantes en Centro y Este de Europa. Sus pepinillos de sabor agridulce son característicos. Así que me tomé un bote como acompañante de mi paseo.
La incursión en la alimentación de Praga no termina ahí. El goulash es quizá el plato más representativo. Se trata de un guiso de ternera, de salsa marrón oscura y donde el pan, de una manera u otra, es protagonista indispensable para mojar esa salsa. En este viaje no di con el lugar adecuado para probar un buen goulash. Es más, fue tan decepcionante que no saqué ni foto. Lo más próximo a esta receta es la imagen de las especias que venden en el mercado Havelske, un mercado destinado a los turistas y repleto de suvenires de mil maneras.
La comida más moderna checa, la ofrecen las cervecerías típicas de la ciudad, pasa por lo que aquí llamaríamos platos combinados, de ingredientes propios como el cerdo a la brasa, patatas, ensalada de col, embutidos, salsas avinagradas, salchichas…
Y como no, la omnipresente, económica y dispuesta en jarras enormes: CERVEZA. Si te gusta la cerveza, Praga es tu ciudad.
Y si te gusta el vino, podrás catar una copa de vino flojo por el precio de tres jarras de cerveza. Lo mejor del vino en Praga son sus pintorescos viñedos, que se reducen a 12 hectáreas, y que tienen como principal icono el viñedo de San Wenceslao, en el castillo de Praga. Estas viñas se encuentran en pequeñas pendientes protegidas del sur, junto a los ríos, y su forma de cultivo es distinto al español, ya que ni es de vaso, ni de parra, más bien, sus cepas se encuentran empaladas con grandes estacas que mantienen los sarmientos erguidos.
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